En la superficie en calma del agua flota el polen de las flores, las partículas de polvo y las hojas muertas, pero en el agua no se aprecia el menor movimiento. Una rama caída, desde hace mucho tiempo está medio sumergida, pero sin producir ni la más leve onda. Ni siquiera la brisa, ni los rayos del sol tardío, se atreven a mover el agua inerte.
Parece que así ha debido de ser siempre, y que así deberá seguir siendo, de lo contrario, no podrían estar en este rincón perdido, donde el bosque, por un capricho suyo, prefiere el silencio.